Una obra de aire campestre escrita por Agustina Gatto sobre lo místico y religioso que dice lo suyo en sus climas y silencios.
ESCENAS / Si bien incipiente, la obra de Agustina Gatto ya ha alcanzado un espacio singular dentro de una amplia y por momentos amorfa escena porteña. Como directora pero sobre todo como dramaturga, Gatto dio con un espacio propio en el que su propuesta se vuelve reconocible tanto con "Ifigenia en", como en "Buscado" o ahora en "Revelación". Gatto viene demostrando competencia tanto en la confección del texto como en el armado y el diseño de los personajes; un trabajo profundo sobre el discurso en toda su dimensión material tanto como en la creación de personajes desde el papel mismo. En "Revelación", la autora establece un juego de diversas complejidades con el discurso religioso o espiritual. En principio se despoja del ámbito urbano - tan presente en "Buscado" - para introducirse en un clima entre pueblerino y campestre, donde un hombre y una mujer se encuentran bajo la excusa de la pérdida de un perro. A partir de allí, todo irá desarrollándose de manera orgánica aunque conmomentos, en el texto y en la puesta en escena, más cercanos a un clima mágico-espiritual que realista. Un perro, un caballo, una pelea entre animales, plegarias no dogmáticas y un embarazo son la materia prima con la que Gatto y Sandoval dan rienda suelta a este universo lleno de poesía en sus climas, en sus silencios y en sus ocultamientos. Y si bien la obra no parece anclada en el tiempo, por sus ritualidades y lejanías temáticas, la hermosisíma música de Guillermina Etkin colabora con la creación de un sonido contemporáneo, y con un espacio - el afuera de la escena - absolutamente hostil para los personajes, víctimas del fanatismo religioso o místico que tiene lugar más allá del escenario. El desempeño de Germán Rodriguez y Alejandra D'Agostino logra generar el clima poético que requiere el texto sin restarle por ello verosimilitud a la escena.
jueves, 15 de abril de 2010
martes, 13 de abril de 2010
Dijo "El Gran Dios Brown"
La idea de un ser omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que protege a los que creen en su poderío, un Dios benévolo que todo lo puede y quiere, todo lo premia o castiga, porque todo lo ve posando su mirada cenital sobre sus queridos restos mortales, viene perdiendo fuerza desde hace siglos frente a una realidad de mundo cada vez más desamparada.
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Sin embargo, las personas, muchísimas, continúan creyendo. Y van de santo en santo, probando suerte con sus plegarias y exigiendo a sus intermediarios máxima celeridad en los trámites que les encomiendan (el colmo es la aparición furibunda de San Expedito, cuya fama se construyó haciendo de la rapidez su mayor virtud, algo así como un fast food de la Fe). http://es.wikipedia.org/wiki/Expedito
.
¿Se puede reprochar algo a estos fieles que sostienen tanto ideológica como económicamente un Credo? ¿Es aplicable a todos los casos la célebre sentencia de Marx: “La religión es el opio de los pueblos”? En América Latina, ¿la religión no ha sido varias veces caldo de cultivo para revueltas que tuvieron por objeto lograr la felicidad real de un pueblo? ¿Cómo se explica el surgimiento de los curas tercermundistas y de la Teología de la Liberación? ¿Y si los creyentes están en lo cierto y los que están equivocados son los ateos, los herejes, los blasfemos, los indiferentes, los malditos marxistas-troskos-anarquistas que merecen ser quemados en la hoguera, a la vieja usanza?
¡Non sequitur! ¿A qué viene todo este farfulleo previo? Sucede que REVELACIÓN es una obra sobre religión que narra (el verbo no es antojadizo, si no me creen, vayan y vean) la apostasía de una mujer que decidió renegar de Dios al no soportar la pérdida de sus afectos. Un drama acerca de los motivos para abandonarse a una vida sin Fe, en un intento imposible por racionalizar lo que necesita ser irracional para perdurar porlosiglosdelosiglosamén.
En el texto de Agustina Gatto, dramaturga de dioses y tragedias, se ensaya una definición concreta, algo materialista si se quiere (¿se quiere?), de lo divino. “Dios es una relación, interviene siempre entre dos cosas”, dice la protagonista, y ejemplifica: “Cuando mi mano está por tocar a la vaca para exprimirla, es una ocasión de Dios. Hablarle a una estampita es de locos. Ordeñar vacas, no“. En otro pasaje, como si fuera una franciscana, aconseja a la humanidad toda: “Busquen en el agua, entre los ramajes, miren fijo al animal que tengan cerca: allí está Él. Justo en el medio de la naturaleza y el rezo, justo en el momento en que el agua toca cierta tierra, o justo cuando el animal está por pisar ese barro”.
Más sabia, eso cree ella, la mujer entiende que ya es tiempo de pasar a la acción conjunta. Entonces, la franciscana se vuelve anabaptista y el cisma acontece finalmente en esta puesta preparada con mucho acierto por la directora Tatiana Sandoval (en especial, en la escena de la riña de perros). Con ayuda del nuevo hombre que ha entrado a su vida, el otro, Juan, se fue a buscar a Dios por ahí, la mujer se anima a lanzar una cruzada mesiánica, todas las cruzadas lo son, contra la imaginería católica, que incluye desde interrumpir sermones desnudándose acompañada de un grito doloroso hasta requisar las casas de los vecinos para confiscar y destruir estampitas.
¿Tienen éxito en su lucha? No. Todo el pueblo los repudia. Y Dios tampoco les da una mano. Al contrario. Por eso, la mujer decide apostatar: “¡Te niego! Esta silla y esta mesa nunca te conocieron, ¡nunca! Nunca estuviste en ellas ni en ningún lado. ¡Rencor! Destruílas. Destruí la casa entera. No quiero nada. ¡Nada!”
De existir, el Paraíso tendría que estar reservado principalmente a personajes como esta mujer, o como Francisco de Asís (que prefirió mantener a su Orden mendicante al margen de las disputas por el poder de la Iglesia) o el primer Lutero (que se atrevió a denunciar el negocio de las indulgencias papales) o Thomas Müntzer (que pagó con su vida el haber intentado construir el Reino de Dios en la Tierra), porque con sus actos y pensamientos, de buena Fe, le dan contenido a ese concepto algo impreciso llamado libre albedrío. Dios, el del Nuevo Testamento, debería estar más orgulloso de ellos que de muchos feligreses que, por conveniencia, miedo, comodidad o indiferencia, jamás se atreverían a cuestionar públicamente nada que tenga que ver con Él o con quienes se arrogan su representación terrenal.
Ojalá (que quiere decir “y quiera Dios”, como bien apunta Gatto) que esta apóstata encuentre su recompensa en el más allá.
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Sin embargo, las personas, muchísimas, continúan creyendo. Y van de santo en santo, probando suerte con sus plegarias y exigiendo a sus intermediarios máxima celeridad en los trámites que les encomiendan (el colmo es la aparición furibunda de San Expedito, cuya fama se construyó haciendo de la rapidez su mayor virtud, algo así como un fast food de la Fe). http://es.wikipedia.org/wiki/Expedito
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¿Se puede reprochar algo a estos fieles que sostienen tanto ideológica como económicamente un Credo? ¿Es aplicable a todos los casos la célebre sentencia de Marx: “La religión es el opio de los pueblos”? En América Latina, ¿la religión no ha sido varias veces caldo de cultivo para revueltas que tuvieron por objeto lograr la felicidad real de un pueblo? ¿Cómo se explica el surgimiento de los curas tercermundistas y de la Teología de la Liberación? ¿Y si los creyentes están en lo cierto y los que están equivocados son los ateos, los herejes, los blasfemos, los indiferentes, los malditos marxistas-troskos-anarquistas que merecen ser quemados en la hoguera, a la vieja usanza?
¡Non sequitur! ¿A qué viene todo este farfulleo previo? Sucede que REVELACIÓN es una obra sobre religión que narra (el verbo no es antojadizo, si no me creen, vayan y vean) la apostasía de una mujer que decidió renegar de Dios al no soportar la pérdida de sus afectos. Un drama acerca de los motivos para abandonarse a una vida sin Fe, en un intento imposible por racionalizar lo que necesita ser irracional para perdurar porlosiglosdelosiglosamén.
En el texto de Agustina Gatto, dramaturga de dioses y tragedias, se ensaya una definición concreta, algo materialista si se quiere (¿se quiere?), de lo divino. “Dios es una relación, interviene siempre entre dos cosas”, dice la protagonista, y ejemplifica: “Cuando mi mano está por tocar a la vaca para exprimirla, es una ocasión de Dios. Hablarle a una estampita es de locos. Ordeñar vacas, no“. En otro pasaje, como si fuera una franciscana, aconseja a la humanidad toda: “Busquen en el agua, entre los ramajes, miren fijo al animal que tengan cerca: allí está Él. Justo en el medio de la naturaleza y el rezo, justo en el momento en que el agua toca cierta tierra, o justo cuando el animal está por pisar ese barro”.
Más sabia, eso cree ella, la mujer entiende que ya es tiempo de pasar a la acción conjunta. Entonces, la franciscana se vuelve anabaptista y el cisma acontece finalmente en esta puesta preparada con mucho acierto por la directora Tatiana Sandoval (en especial, en la escena de la riña de perros). Con ayuda del nuevo hombre que ha entrado a su vida, el otro, Juan, se fue a buscar a Dios por ahí, la mujer se anima a lanzar una cruzada mesiánica, todas las cruzadas lo son, contra la imaginería católica, que incluye desde interrumpir sermones desnudándose acompañada de un grito doloroso hasta requisar las casas de los vecinos para confiscar y destruir estampitas.
¿Tienen éxito en su lucha? No. Todo el pueblo los repudia. Y Dios tampoco les da una mano. Al contrario. Por eso, la mujer decide apostatar: “¡Te niego! Esta silla y esta mesa nunca te conocieron, ¡nunca! Nunca estuviste en ellas ni en ningún lado. ¡Rencor! Destruílas. Destruí la casa entera. No quiero nada. ¡Nada!”
De existir, el Paraíso tendría que estar reservado principalmente a personajes como esta mujer, o como Francisco de Asís (que prefirió mantener a su Orden mendicante al margen de las disputas por el poder de la Iglesia) o el primer Lutero (que se atrevió a denunciar el negocio de las indulgencias papales) o Thomas Müntzer (que pagó con su vida el haber intentado construir el Reino de Dios en la Tierra), porque con sus actos y pensamientos, de buena Fe, le dan contenido a ese concepto algo impreciso llamado libre albedrío. Dios, el del Nuevo Testamento, debería estar más orgulloso de ellos que de muchos feligreses que, por conveniencia, miedo, comodidad o indiferencia, jamás se atreverían a cuestionar públicamente nada que tenga que ver con Él o con quienes se arrogan su representación terrenal.
Ojalá (que quiere decir “y quiera Dios”, como bien apunta Gatto) que esta apóstata encuentre su recompensa en el más allá.
El leedor
Por Ana Clara Bérgamo
A veces se me torna difícil saber por dónde empezar a hablar de una obra. En especial cuando, como en este caso, todos los componentes están como hilvanados de un modo en el cual no compiten entre ellos sino que funcionan conjuntamente.
Revelación es una obra escrita por Agustina Gatto, gracias a la cual recibió un premio del Instituto Nacional de Teatro. La autora de Buscado hace esta versión especialmente para la puesta en escena de Tatiana Sandoval.
La obra saca a la luz un tema controversial, la Religión y la relación con Dios. La reflexión surge a partir del contraste de las creencias de cada personaje sumado a las presiones que impone una sociedad cuyos valores ya están asentados.
Esta discusión o reflexión es enfatizada por el ámbito en el cual se desarrolla la obra, el campo. Un espacio en el cual estas cuestiones parecen tener una relevancia mayor en la cotidianeidad de las personas.
Revelación es la historia de una mujer que, tras la partida de Juan y ante la incapacidad de vivir sola, da techo y amor a un hombre que aparece por la noche de improviso en su casa en busca de su malherido perro. Un hombre sin nombre.
Un hombre al que le asedia la muerte, una muerte que no entiende y llora por dentro.
Ella encuentra las respuestas en su Dios, mediador y creador de todas las cosas y relaciones en la tierra.
Juan como una especie de personaje fantasma interviene como uno más merodeando la escena, es una presencia-ausencia traída por ella, un ser entre mítico y real que tiñe las acciones y pensamientos de los otros dos.
En cuanto al trabajo de los actores, la obra cobra fuerza e intensidad con las intervenciones de Germán Rodríguez, cuya actuación está muy bien lograda y consigue hacer lucir a este personaje anónimo. Asimismo refuerza la actuación de Alejandra D´Agonstino quien también logra una buena interpretación.
La escenografía realizada por Ariel Vaccaro retrata con simplicidad y calidez la propuesta y nos sitúa en el ámbito rural mencionado.
En relación a este espacio, la directora Tatiana Sandoval plantea un juego espacial interesante y dinámico. Por un lado, los personajes transitan entre un adentro y afuera de la casa. Se podrían describir cuatro espacios representados: dos que pertenecen al afuera y dos que son del ámbito del interior de la casa. Estos dos últimos espacios están además recortados por una pared, por suya ventana podemos espiar lo que ocurre en la habitación dando una sensación de mayor intimidad.
Por otro lado, hay espacios evocados que se llevan a la escena por un mecanismo de síntesis, como sucede con la riña de perros. Dichas evocaciones multiplican los espacios que atraviesan los personajes.
Revelación es una historia de amor atravesada por las creencias religiosas y las presiones de la sociedad. Es una puesta y apuesta interesante dada la complejidad del tema y del texto.
Publicado en Leedor el 9-04-2010
A veces se me torna difícil saber por dónde empezar a hablar de una obra. En especial cuando, como en este caso, todos los componentes están como hilvanados de un modo en el cual no compiten entre ellos sino que funcionan conjuntamente.
Revelación es una obra escrita por Agustina Gatto, gracias a la cual recibió un premio del Instituto Nacional de Teatro. La autora de Buscado hace esta versión especialmente para la puesta en escena de Tatiana Sandoval.
La obra saca a la luz un tema controversial, la Religión y la relación con Dios. La reflexión surge a partir del contraste de las creencias de cada personaje sumado a las presiones que impone una sociedad cuyos valores ya están asentados.
Esta discusión o reflexión es enfatizada por el ámbito en el cual se desarrolla la obra, el campo. Un espacio en el cual estas cuestiones parecen tener una relevancia mayor en la cotidianeidad de las personas.
Revelación es la historia de una mujer que, tras la partida de Juan y ante la incapacidad de vivir sola, da techo y amor a un hombre que aparece por la noche de improviso en su casa en busca de su malherido perro. Un hombre sin nombre.
Un hombre al que le asedia la muerte, una muerte que no entiende y llora por dentro.
Ella encuentra las respuestas en su Dios, mediador y creador de todas las cosas y relaciones en la tierra.
Juan como una especie de personaje fantasma interviene como uno más merodeando la escena, es una presencia-ausencia traída por ella, un ser entre mítico y real que tiñe las acciones y pensamientos de los otros dos.
En cuanto al trabajo de los actores, la obra cobra fuerza e intensidad con las intervenciones de Germán Rodríguez, cuya actuación está muy bien lograda y consigue hacer lucir a este personaje anónimo. Asimismo refuerza la actuación de Alejandra D´Agonstino quien también logra una buena interpretación.
La escenografía realizada por Ariel Vaccaro retrata con simplicidad y calidez la propuesta y nos sitúa en el ámbito rural mencionado.
En relación a este espacio, la directora Tatiana Sandoval plantea un juego espacial interesante y dinámico. Por un lado, los personajes transitan entre un adentro y afuera de la casa. Se podrían describir cuatro espacios representados: dos que pertenecen al afuera y dos que son del ámbito del interior de la casa. Estos dos últimos espacios están además recortados por una pared, por suya ventana podemos espiar lo que ocurre en la habitación dando una sensación de mayor intimidad.
Por otro lado, hay espacios evocados que se llevan a la escena por un mecanismo de síntesis, como sucede con la riña de perros. Dichas evocaciones multiplican los espacios que atraviesan los personajes.
Revelación es una historia de amor atravesada por las creencias religiosas y las presiones de la sociedad. Es una puesta y apuesta interesante dada la complejidad del tema y del texto.
Publicado en Leedor el 9-04-2010
jueves, 8 de abril de 2010
Dijo Carlos Folias en Teatro solo Teatro
REVELACIÓN fue escrita por Agustina Gatto, quien realizó una versión especial de su texto para la potente puesta en escena de Tatiana Sandoval.
REVELACIÓN indaga sobre nuestras creencias y sobre el uso que hacemos del lenguaje para explicar el sentido de esas creencias.
Para la escritura del texto, la autora se propuso hablar de Dios como una relación única para quien la experimenta, a tal punto que no exista un nombre o palabra que sea capaz de dar cuenta de ella. Pero la sociedad ya tiene decidido cuáles son las palabras más adecuadas para hablar de Dios y de la Religión. Y de casi todo. Incluso del Amor.
REVELACIÓN es la historia de una mujer que se atreve a enfrentar a su sociedad, en la búsqueda de una nueva liturgia que le permita religarse a Algo trascendente.
Por REVELACIÓN, Agustina Gatto recibió un premio del Instituto Nacional del Teatro, consolidándose como una de las dramaturgas más prometedoras que surgieron en los últimos años.
Carlos Folias.
REVELACIÓN indaga sobre nuestras creencias y sobre el uso que hacemos del lenguaje para explicar el sentido de esas creencias.
Para la escritura del texto, la autora se propuso hablar de Dios como una relación única para quien la experimenta, a tal punto que no exista un nombre o palabra que sea capaz de dar cuenta de ella. Pero la sociedad ya tiene decidido cuáles son las palabras más adecuadas para hablar de Dios y de la Religión. Y de casi todo. Incluso del Amor.
REVELACIÓN es la historia de una mujer que se atreve a enfrentar a su sociedad, en la búsqueda de una nueva liturgia que le permita religarse a Algo trascendente.
Por REVELACIÓN, Agustina Gatto recibió un premio del Instituto Nacional del Teatro, consolidándose como una de las dramaturgas más prometedoras que surgieron en los últimos años.
Carlos Folias.
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